John Locke

John Locke nació en Wrington, Somerset (Inglaterra) en 1632 y falleció en Oaks, Essex locke-john(Inglaterra) en 1704.

Fue uno de los máximos representantes del empirismo inglés (una teoría filosófica basada en que todas las ideas proceden de la experiencia, y de la experiencia procede todo nuestro conocimiento), que destacó especialmente por sus estudios de filosofía política. Estudió en la Universidad de Oxford, donde se doctoró en 1658.

Se especializó en medicina y tenía buenas relaciones con importantes científicos de la época como Isaac Newton. También fue diplomático, teólogo, economista, profesor de griego antiguo y retórica. Actualmente es más conocido por sus escritos filosóficos, en los que sentó las bases del pensamiento político liberal.

Empezó a desarrollar estas ideas cuando trabajó como médico y secretario del conde de Shaftesbury, líder del partido Whig (el partido que “empezó” a promover el liberalismo), que estaba en contra del absolutismo monárquico en Inglaterra. Luchó por la defensa del poder parlamentario fue perseguido y tuvo que refugiarse en Holanda, de donde regresó en 1688 después del triunfo de la “Gloriosa Revolución Inglesa”, que consistió en el derrocamiento de Jacobo II y se considera el principio de la democracia parlamentaria en Inglaterra.

El pensamiento de Locke y los “whigs”, ha ejercido una influencia decisiva sobre la constitución política del Reino Unido hasta la actualidad. Defendió la tolerancia religiosa hacia todas las sectas protestantes, incluso a las religiones no cristianas. Esta “tolerancia” tenía una pequeña trampa  porque excluía los católicos (que nunca se han llevado bien con los protestantes) y a los ateos.

En su obra más trascendente, Dos ensayos sobre el gobierno civil (1690), sentó los principios básicos del constitucionalismo liberal. En ella decía que todo hombre nace con unos derechos naturales que el Estado tiene que proteger: la vida, la libertad y la propiedad.

Locke apoyó la idea de que el Estado nace de un «contrato social», que era revocable y sólo podía conducir a un gobierno limitado, en contra de la idea tradicional del origen divino del poder.

Locke defendió la separación de poderes como forma de equilibrarlos entre sí e impedir que ninguno degenerara hacia el despotismo, aunque le daba un poco más de “poder” al legislativo. De este tipo de ideas evolucionó el liberalismo anglosajón y, por extensión, el del resto del mundo.

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